viernes, 17 de abril de 2009

La fiesta por las mil visitas al blog


El último sábado, los que hacemos este blog festejamos las mil visitas. Diseñadores, webmasters, administrativos, departamento comercial y encargados de los contenidos, todos nos juntamos a las 9 de la noche en un lujoso restaurante de Puerto Madero. A las 9 y 5, ya estábamos corriendo por la Avenida Alicia Moreau de Justo con algunas paneras como precioso botín, aunque nadie se avivó de agarrar manteca.

A las 9 y media, nos sentamos en una plaza a disfrutar de nuestra cena (el pan), y conversamos sobre la asombrosa popularidad alcanzada en apenas 8 meses por este sitio que empezó como un emprendimiento personal y hoy en día recibe a multitudes. El clima de algarabía era casi unánime. El único que no estaba en la misma sintonía era el contador (contador de visitas), y me acerqué para conocer las razones.

- ¿Qué pasa que no estás contento como el resto, Conti (no es el apellido, es el apodo)?
- Mirá... de las mil visitas, 914 son de la misma computadora: la tuya.
- Buenísimo -le dije- ¿O sea que realmente 86 personas se metieron al blog?
- No, las otras 86 son de la computadora de tu trabajo.

La noticia me cayó como si me hubiera comido 40 panes, con miga incluida, y sin bebida. Bah, en realidad eso era lo que había pasado, así que en realidad no me había alterado en nada.

- ¿Lo saben los auspiciantes? -le pregunté.
- Sí, por eso no tenemos ninguno...

Ahí mismo, convoqué a ese fantástico grupo humano que es clave para poner este blog en funcionamiento, para hacer una tormenta de ideas y lograr que alguien ingrese a nuestra publicación. Diez de ellos abrieron sus paraguas al escuchar la palabra "tormenta", y los dos que habían entendido la propuesta dijeron a coro y con los ojos encendidos: "¡Pornografía!"

Los despedí a todos, pagando la correspondiente indemnización porque ya estoy cansado de ir a Tribunales, salvo a Conti, la única persona razonable que me rodeaba. Él fue el que me dijo: "Dejá de escribir de Atlanta, no le interesa a nadie. Y tratá de actualizarlo más de una vez por mes".

Pese a su declaración rayana con la blasfemia, creo que tiene razón. Mañana me voy a ver a Atlanta, el otro sábado salgo de vacaciones, y a la vuelta veo qué se puede hacer. Hay que aprender a escuchar los buenos consejos.

viernes, 3 de abril de 2009

El domingo, minuto a minuto


08:00: Estoy durmiendo

10:00: Sigo durmiendo

23:50: Termina la jornada laboral... Epa, me pasé. Rebobinemos.

12:30: Almuerzo apurado. El partido empieza a las 16:10 pero quiero estar en la caravana rumbo al estadio. Me acompaña mi mujer. Si fue a la cancha de Platense, no iba a faltar ahora.

13:30: Llegamos media hora tarde a la caravana que sale de Corrientes y Scalabrini Ortiz. Los pocos que quedaban (o tal vez siempre fueron pocos) ya emprenden la caminata hacia Humboldt.

13:45: Compramos un agua. No se recuerda 29 de marzo más caluroso que éste. Claro, quién se va a acordar si el 29 de marzo de hace 2 años hizo 20 grados o llovió durante media hora.

14:00: Ya estamos afuera de la cancha, que está igual de cerrada que en los últimos 3 años. Dicen que se va a abrir, pero hasta que no lo veo, no lo creo.

14:10: Compramos nuestras entradas para la popular. Una para mujer ($16) y un bono de socio ($6). Dos plateas nos hubiesen salido $70. El ahorro de $48 es fundamental.

14:40: Hay un vendedor de gorritos. Mi mujer se compra uno a $15. No trae ningún DVD de regalo.

14:50: Momento de gran emoción. Se abren las puertas del estadio. Entramos y nos topamos con un puesto de merchandising. Compramos una remera conmemorativa a $40. No está autografiada por viejas glorias del club. Lo dicho, el ahorro de $48 era fundamental (aunque no suficiente) para hacer estas compras.

15:00: Las instalaciones son un lujo. Lo notamos al ir al baño y comprobar que hay agua para mojarse un poco la cabeza y combatir el calor. ¡Que aprendan los otros clubes!.

16:07: En un estadio en el que no cabe ni un alfiler, salvo que te lo claves y lo dejes ahí adentro durante todo el partido, algo no muy recomendable, sale el equipo. Tiramos papelitos que alguien anduvo repartiendo. Los mismos caen todos unidos entre sí a escasos centímetros de distancia.

16:20: Gol de Atlanta. Me empujan y temo una avalancha. Agarro a mi mujer para sostenerla y nos caemos los dos sentados hacia atrás. Su corazón se detiene durante 10 segundos por el susto. No debí haber ahorrado esos $48 que de todas maneras terminé gastando.

17:01: Final del primer tiempo. Bajamos de la tribuna para refrescarnos. No hay agua. Y bueh... por $22 que costaron las entradas, qué querés...

17:30: Empata Español. Lo vemos desde muy cerca, en el alambrado, donde nos quedamos para evitar el apretujamiento. Un desubicado el rubiecito ese que metió el cabezazo. Seguro que es de los que se emborrachan y te arruinan una reunión.

17:47: Los bomberos nos mojan para evitar que se siga muriendo gente insolada o por asfixia. Un poco tarde, pero se agradece.

18:01: Segundo gol de Atlanta. Al menos eso parece, porque la gente grita y los jugadores se abrazan. Todo pasó en el arco que está del otro lado de la tribuna, así que a mí no me pregunten.

18:10: Vuelven los bomberos. No hacía falta. Ya había bajado el sol y yo todavía estaba mojado. Mientras estoy distraído tratando de evitar que me volteen de un chorro, llega el 3-1 convertido por el sex-symbol Lucas Ferreiro (ver comentarios del post anterior, pero no el de la foto).

18:20: Final del partido. Se festeja como un campeonato. ¿Cuándo ganemos el campeonato lo vamos a celebrar como si fuera una victoria contra los burros de Español? No importa. Si llega, cosa difícil, ya veremos.

18:30: Después de vivar a los héroes, salimos de la cancha. Crease o no, me tengo que ir a San Isidro a trabajar.


La jornada laboral fue casi la antítesis de lo vivido horas antes. Aire acondicionado, ingreso sin pagar, conexión gratuita a internet, imágenes filmadas de los goles de Atlanta desde una posición privilegiada, baño para discapacitados. Realmente, no entiendo porqué prefiero mil veces lo vivido por la tarde. Qué raros que somos los seres humanos.

Mi foto en la fiesta de Atlanta


Ahí estoy, donde señala la flecha. Soy el de anteojos y camiseta de Atlanta con auspicio de Tafirol (gran publicidad para un equipo dispuesto a dar dolores de cabeza a sus hinchas). La de al lado, con gorra del club, es mi mujer.